¿cómo evitar la deforestación?. Algunos expertos con perspectiva económica, han propuesto que se le pague una cantidad de dinero a los dueños de tierras forestales para no desmontarlas. Se supone que esos pagos, llamados "pagos por servicios ambientales" (o PSA), permitirían que los campesinos pensaran dos veces antes de desmontar sus terrenos y que finalmente decidieran conservarlos cubiertos de bosques o selvas, a cambio de seguir recibiendo el PSA. Esta idea está presente en el Protocolo de Kyoto de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, elaborado en Noviembre de 1997. Según el protocolo, cada país tendría derecho a emitir ciertas cantidades de gases de efecto de invernadero. Si necesitaran emitir mayores cantidades, deberían de reducir su consumo de energía contaminante o pagar por que otros países redujeran sus emisiones, por ejemplo, mediante la reforestación y el PSA. El pago a países o a campesinos por no desmontar, sería una de las medidas que permitirían eventualmente reducir hasta en un tercio las emisiones de gases de efecto de invernadero. Los países contaminadores pagarían y los países forestales usarían ese dinero en esquemas de PSA.
Sin embargo, los estudios que muestran que la deforestación tiene más que ver con la forma en que se insertan los dueños de tierras forestales a los mercados, ponen en duda la efectividad del PSA. Desde esa perspectiva, el asunto no es pagar indefinidamente propinas a los campesinos por no hacer nada en sus bosques, sino que las fuerzas del mercado no hagan estragos sobre los ecosistemas forestales, lo cul no tiene mucho que ver con las intenciones de los campesinos individuales por desmontar o no hacerlo.
Sobre este tema, el premio Nóbel de Economía, Joseph Stiglitz, considera que después de la conferencia de Copenhague sobre el clima, ha quedado claro que los líderes del mundo no pudieron traducir a acciones la retórica sobre el calentamiento global. Para Stiglitz, el verdadero fracaso fue que no hubo acuerdo sobre cómo lograr la enorme tarea de salvar el planeta, ni acerca de las reducciones de emisiones de carbono, ni sobre cómo compartir la carga o ayudar a los países en desarrollo.
Esta falla de los políticos, hizo que el precio de los derechos de emisiones en el Sistema de Intercambio de Emisiones de la Unión Europea cayera, reduciendo los incentivos para reducir las emisiones ahora, así como para poner en práctica innovaciones que las reduzcan en el futuro.
Stiglitz sugiere que tal vez sea el momento de intentar otro enfoque: un compromiso por parte de cada país de elevar el precio de las emisiones (a través de un impuesto al carbono o límites para las emisiones) a un nivel acordado de, digamos, 80 dólares por tonelada. Esto no debería implicar aumentos de impuestos, sino una desgravación de otros conceptos por los que actualmente se pagan contribuciones y la creación de un impuesto fuerte a la contaminación. Idelamente, el resultado neto para el contribuyente, debería ser que la carga fiscal no se aumenta. Los países desarrollados podrían usar parte de los ingresos generados para cumplir sus obligaciones de ayudar a los países en desarrollo en términos de adaptación al cambio climático y de compensarlos por mantener bosques, que representan un bien público global debido a que "secuestran” carbono.
Un sistema de impuestos fronterizos –que se aplicarían a las importaciones de países en donde las firmas no tienen que pagar de manera adecuada por las emisiones de carbono- nivelaría el campo de juego y brindaría incentivos económicos y políticos para que los países adoptasen impuestos sobre el carbono o límites a las emisiones. Eso, a su vez, daría incentivos económicos para que las empresas redujeran sus emisiones.
Para el caso de los bosques y selvas de México, la propuesta de Stiglitz tiene implicaciones claras: debería usarse el dinero que actualmente se gasta en el esquema de PSA, no para dar propinas por no hacer nada, sino para dar apoyo técnico y de consolidación institucional a las organizaciones de productores e imponer un impuesto fuerte a las gasolinas y otros combustibles fósiles, para financiar formas "virtuosas" de inserción de esas organizaciones fortalecidas y capacitadas a los mercados internacionales, tomando medidas activas y directas contra la expansión de la ganadería, el desplazamiento de bosques y selvas naturales por plantaciones o sembradíos agro-industriales y a favor de la agricultura orgánica intensiva en las áreas aptas para esa actividad.
¿Sería posible algo así en México?
Referencias:
Protocolo de Kyoto
Ruth DeFries, Thomas Rudel, Maria Uriarte y Matthew Hansen: Deforestation driven by urban population growth and agricultural trade in the twenty-first century, Nature Geoscience 3, 178 - 181 (2010)
Joseph E. Stiglitz: Overcoming the Copenhagen Failure. project-syndicate 2010-01-06
M.C. Francisco Chapela
Director Ejecutivo
Estudios Rurales y Asesoría
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